REVISTA INNOVA ITFIP, 10 (1). 122-137. JUN. 2022
Ahora bien, el primer
investigador en determinar

los elementos o parámetros que componen

la
resolución
de

problemas

fue

Pólya

en

1945,

el

cual

identifica

cuatro

etapas o

fases

para

poder
resolver un problema: a. Entender y comprender el problema, encontrarle el sentido de lo que se
tiene y lo que requiere el problema. b. Realizar el diseño en el que se vinculan y conectan los datos,
los
valores

y obtener una

idea de cómo se puede

llegar a su solución por medio de un plan. c.
Ejecutar el plan con sus respectivos procedimientos hasta encontrar su solución. d. Verificar
la
resolución del problema y confirmar que todo ha sido resuelto adecuadamente.
En consecuencia, para resolver un problema de acuerdo a Villalonga (2017), se deben tener en
cuenta tres
factores o

estructuras

etiquetadas

como:

a.

Conocimientos:

es todo

el

conocimiento
matemático que dispone la persona que va a darle solución al problema. Aquí se utilizan todos los
diferentes
recursos

disponibles

para

garantizar

la

solución

adecuada

al

problema;

b.

Toma

de
decisiones: es
la ruta que los resolutores gestionan para administrar los diferentes recursos que
tienen
a

su

disposición

para

resolver

el

problema;

y

c.

Sistema

de

creencias:

son

todas

las
preferencias, gustos, afectos y
factores, entre otros, que condicionan el

comportamiento de una
persona para resolver el problema de manera adecuada.
A partir de esto, a toda persona que resuelve un problema, se le denomina resolutor, el cual debe
invertir el tiempo suficiente para realizar un análisis del problema, para así poder comprender y
entenderlo, realizar un plan y ejecutarlo para encontrar su solución, sin olvidar hacer su respectivo
y constante seguimiento. Todo resolutor según Domenech (2004) debe tener tres características: su
capacidad
intelectual

para

resolver

problemas,

la

experiencia

y

práctica

constante

de

resolver
problemas
y

la

motivación,

autoestima,

el

esfuerzo,

la

disposición

y

el

interés

por

resolver
problemas.
De

igual

manera,

en

todo

proceso

educativo

y

para

resolver

problemas

desde

una
perspectiva más profunda, se necesita trabajar en el aula la metacognición, la cual permite articular
cada una de las partes del problema de manera más rápida y visualizar diferentes formas de resolver
problemas.
Formación de Competencias
Según
D’amore

et

al

(2008)

el

carácter

afectivo

(deseo,

voluntad,

gusto

por

aprender)

en

la
adquisición de competencias matemáticas es de suma importancia, ya que sin motivación no se
pueden generar nuevos conocimientos matemáticos.
En todo proceso educativo, intervienen las diferentes estrategias que se utilicen para la enseñanza,
el aprendizaje y la evaluación. Un ejemplo de modelo de competencias matemáticas fue generado
por Solar et al (2014), cuyo modelo permite articular el currículo, las situaciones de aprendiza je,
la
estructura

de

las

actividades

matemáticas,

los

diferentes

procesos

que

conforman

las
competencias
y

los

diferentes

niveles

de

complejidad

cognitiva

que

tienen

los

procesos